jueves, 4 de enero de 2007

La sabiduría de los cuentos

Los cuentos están infravalorados hoy en día. Ya casi nadie los lee, y casi nadie piensa que sirvan para algo. A no ser que sea un cuento crítico, cínico, de protesta o que grite mucho, nadie le presta atención. Es curioso, son los únicos cuentos que siguen existiendo y son demasiado amargos como para catalogarlos como tales.

La característica principal del cuento es que... básicamente te abduce. Te arranca de la realidad y durante 5-8 páginas te lleva a cualquier castillo en las nubes, sin que nada te devuelva al suelo. Esos cuentos tan amargos, tan críticos, solamente hablan en 5-8 páginas de algo que ya ves en el mundo y te quejas de ello. No digo que sean malos... es sólo que no cumplen la función del cuento. Te recuerdan lo mal que van las cosas en lugar de llevarte a un sitio en el que se te olviden.

No estoy aquí defendiendo los cuentos de los hermanos Grimm, Andersen y cualquier otro sucedáneo especialmente indicado para niños o mentes infantiles (entre las que me incluyo). Estoy hablando más bien de los cuentos urbanos que aparecen en la música, los cuentos oscuros de Poe, los que de vez en cuando aparecen colados entre las páginas de Baudelaire, los mitológicos, los que echaban en el Cuentacuentos, o los que te hablan de vendedoras de flores desaparecidas a manos de una Madame Tarántula con una araña tatuada en la base del cuello.

Los cuentos tienen de por sí algo extraño que da consuelo. Supongo que será el hecho de coger cualquier tipo de conflico y abstraerlo hasta que queda muy fuera. De tal manera que aunque sea nuestro, llegamos a ver el reflejo en las páginas, en lugar de rumiarlo dentro. Lo bueno es la simplicidad con que se expone... se omiten todos los factores ajenos al conflicto en sí y queda el problema en el puro estado. Por eso se alejan de la realidad, de las circunstancias... y sólo existen en su pequeño espectro: "Van desde aquí hasta allá y punto. No hay más" Y en esa simplicidad y sinceridad está su encanto.

Y nosotros de repente así vemos el conflicto de dentro bien clarito y nos damos cuenta de que alguien lo ha clavado en el cuento. Y además ha dejado fuera todos los factores que no nos hacían darnos cuenta de dónde estaba el problema. Creo que ahí radica el consuelo. Y para cualquier ejemplo sobre las pasiones humanas, remítanse ustedes a todas las historias descritas por los mitos griegos. Es como analizar una por una y de manera aislada todas esas emociones que se pueden generar.

Sin embargo, sigo pensando que el mayor consuelo que generan los cuentos son el llevarnos lejos muy lejos de todo esto. Y aprender una pequeña mentira o verdad de cada cuento... poco aplicable más alla de la propia historia, pero válida. Una pequeña burbuja perfecta en su simplicidad, casi tangible. Y lo mejor de todo, por muy urbano que sea, un cuento pinta mentiras sobre la realidad. Si sigue aprentando ser real... no es cuento.

Todo eso no pasan de teorías mías, pero me gusta darles vueltas.

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