jueves, 7 de febrero de 2008

La vida es un juego de rol

Yo crecí en recreativos. Solía pensar que la vida era como un partida en una de estas maquinitas. Podían matarte una, dos, tres veces y se acababa la partida. Pero después veías el mensaje:

INSERT COIN

CONTINUE?
YES NO

Y seguías donde lo habías dejado. No importaba que te hubieras rendido o te hubieran matado. Como mucho tenías que retroceder hasta el inicio del nivel.

El otro día volvía a casa cuando me di cuenta de que se parece más a un juego de rol o a las típicas novelas de fantasía épica (que me consta que la mayoría de la gente que hay por aquí se ha leído... ¡frikis todos!). Tú eres un matado en tu pueblo y quieres que algo te suceda en la vida. Hasta que cierto día se abre una puerta... Sean proyectos, sean más estudios o sea un trabajo y empiezas a mover tu lindo traserito. Los engranajes se ponen en movimiento y la vida empieza a girar como remolinos a tu alrededor y parece que te deja atrás entre sacudida y sacudida.

Al principio es divertido... ¡La emoción! ¡Salimos de la Comarca hacia el ancho mundo! Tus primeros trabajos, la novedad, el pensar que ganas dinero, el inicio de una relación, comprarte una casa, etc. Esperas unos pocos meses en los que vas subiendo de experiencia y nivel a base de matar monstruos de poca monta en las cercanías del pueblo y un buen día... ¡Zas! El Anillo Único te empieza a pesar. Te das cuenta de que la monotonía, el estrés y las responsabilidades te han ido desgastando poco a poco, hasta que un día abres los ojos (y casi te conviertes en un nazgûl => Cómo has acertdado, Drizzt). El carácter se te ha vuelto huraño y si tiendes a sufrir obsesiones probablemente te hayas quedado enganchado a tu Tessssorooooo que es a la vez tu maldición. ¿Dónde quedan las ilusiones? ¿Dónde la energía? Adiós muy buenas. Apenas puedes seguir a duras penas.

Y de repente empiezan a caerte más cosas del techo. Si era poco aguantar, ahora encima tienes que pelear y llegas a la fase en la que el viaje deja de ser divertido y estás hasta las narices de vagar por la tierra volcánica de Mordor. Aguantas ese horrible terreno y encima se te presenta delante una maldita cuadrilla de orcos. Pues que les den a todos, que yo me voy a mi casa.

¡Pero, je! A estas alturas ya no hay vuelta atrás y rendirse no es una opción. Porque si te rindes te conviertes en un espectro de las narices sin vida ni muerte ni leches, que simplemente vaga de casa al trabajo, del trabajo

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