viernes, 13 de junio de 2008

Historias del metro

Los lugares tienen espíritu. Suelo pensar que en las islas está en el cielo y en el mar; en mi pueblo, en la tierra y en los bosques; y en la ciudad está en el subsuelo. Si lo respiras muy fuerte es posible que llene tus pulmones de aire de cloaca y gases de desecho romántico-polutos.

La naturaleza de las cosas cambia según dónde estés. Al menos eso es lo que he llegado a pensar con el tiempo, que tampoco es mucho. Según donde vayas, la calidez y la cercanía de la gente se tiene que buscar en unos y otros detalles más allá de los definidos por tu cultura nativa.

Lo mismo creo que sucede con el espíritu de la ciudad. Hay que saber cómo acercarse a él. En la superficie sólo se notan sus rumores, pero como está en el subsuelo... Cuanto más te adentres en las entrañas de la tierra, más cerca estarás de él. Por eso los trayectos en metro son algo peculiar.

La vida en la ciudad de cemento es complicada. Parece que todo sea de paso, mutable y que nada ni nadie vaya a seguir ahí al abrir los ojos. Es como un mundo de visiones prefabricadas. Pero como la noche en ella es un mundo aparte, lo mismo sucede con el metro.

Yo he descubierto muchas cosas de camino al trabajo y volviendo de él. Lo primero es que tengo mal equilibrio. Muy malo. No quiero pensar en las veces que me han tenido que sujetar porque no iba bien agarrada o que directamente me he caído encima de alguien.

Lo segundo es que adoro ver caras... porque al igual que las piedras cuentan su historia, las caras hacen otro tanto. Esto también tiene sus inconvenientes porque hay gente que se piensa lo que no es. Una de mis mayores manías es no mirar hacia delante cuando subo en escaleras mecánicas; me pongo de medio lado, de frente a la barandilla. Así, con sólo girar un poco la cabecita veo a la gente que está subiendo detrás de mí.

Lo tercero es que por los pasillos del metro pasean espectros grises, vapores un poco más condensados del espíritu de la ciudad. Si apartas a manotazos a los turistas a las niñatas anoréxicas se ven enseguida.

Bajo tierra solté la mayor declaración de amor platónico de mi vida:
"Perdona que te haya estado mirando con cara de tonta durante 16 meses, pero tienes la cara más bonita que he visto en mi vida." Pobre chico, cada vez que lo recuerdo me sabe mal por él. Pero tenía que decírselo... Lamento no haber podido volver a hablar con él. Me parece injusto que se haya quedado sin saber tantas cosas que ha creado... Y provocado. Siempre será el gato que cazó a esta pobre serpiente sin saberlo.

Hoy venía escuchando a una madre y una hija ecuatorianas. Han venido solas y en agosto del año que viene tendrán dinero para irse unos meses a Ecuador. Estaban deseando, pero la madre igual no podía porque creía que tendría que trabajar, así que le ha dicho a la hija que vaya ella sola... Pero la hija le ha respondido que no podría marcharse a pasárselo bien, mientras la buena señora se queda sola aquí.

Conocí una chica canadiense aterrorizada porque acababa de llegar a Barcelona, no conocía a nadie y nadie le había dado conversación por la calle. Una señora me paró una vez para decirme que le encantaba mi vestido de calaveras y rosas rojas, que bravo por el valor para ponérmelo. Un día de ansiedad que fui a la ofi a entregar un tomo a las seis de la mañana me encontré con los ojos más increíbles del mundo que me dejaron temblando. Otra vez me puse al llorar en un asiento y la chica que había en frente se sentó a mi lado para preguntarme qué tal estaba y consolarme un rato mientras la gente hacía que no nos veía. Y un par de meses antes de eso, subía escaleras mecánicas de medio lado cuando el chico que estaba detrás de mí me dijo simplemente: Eres guapa. Juro que es la única vez que me han dicho esas palabras así en la vida.

Un día de muy buen humor, me marqué un tango en un vagón con un acordeón de fondo. Otra vez una cuadrilla de gitanos y gitanas me preguntaron que a ver por qué vestía así y después de tres paradas hablando me despidieron todo encantadores ellos. Y cuando creo que el día no puede ir peor y que ya no me quedan sorpresas que me puedan alegrar... Me encuentro con la misma gente en el mismo vagón de vuelta a casa. El señor de cuarenta años con melena, vestido de gris y marrón y con una expresión indescifrable. El inmigrante coreano, pequeñito pero cuadrado como un armario empotrado y siempre rapado al cero. La señora mayor con el pelo recogido en un moño entrecano. Y me voy a casa pensando: Un punto de realidad entre tanto caos.

¡Oh! Y la vez que vi a aquel finlandés tan guapo que me eché a llorar a metro y medio de su cara sin poder retirar la vista. Y el buen chico se levantó, se puso de pie a mi lado y se quedó sonriendo mientras yo lloraba. Y también la vez que me senté y cuando de repente alcé la vista me encuentro con un amigo de mi pueblo que ni sabía que estaba en Barcelona.

Van cayendo como gotas. Momentos de gente entrecruzada en una telaraña. Tal vez una coincidencias significativa o tal vez sólo un futuro recuerdo. Algo potencial o inexistente. No sé el qué, pero algo. Aunque sólo sea un rayito de esperanza con un leve certeza de que hay cosas que "todavía pasan". Tal vez esas mismas coincidencias y cruces inesperados en la telaraña sea lo que queda de magia en este mundo expirante.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Gracias por comentar, me alegra que te guste mi mini-reportaje aderezado con hojarasca ^.^

Qué de historias curiosas tienes a tus espaldas... a lo mejor cuando las miras sueltas no parece tanto, pero así contadas forman como un tapiz la mar de interesante.

Aunque las ciudades con metro me estresan mucho, yo sigo prefiriendo ir andando a los sitios y que me dé un poco el sol... Y a veces prefiero hablar con las piedras antes que con las caras de la gente v.v

Anónimo dijo...

Me encanta la menera en la que narras tus anecdotas, y la forma en la que ves las cosas...
Nunca habia pensado que ir en metro, pudiese resultar tan interesante, y yo pensando que subirse a un autobus era meterse en una realidad paralela jejeje. Un saludo

Anónimo dijo...

Sinceramente los momentos de tránsito necesitan una banda sonora, porque es lo único que le falta para ser una película dedicada al azar.

Qué cosas, al final resulta que la vida mantiene los tránsitos para que olvidemos los destinos...

Anónimo dijo...

Querida, Eithne. Gracias a ti... Primero por estar siempre a la lumbre del fuego siempre que vuelvo. Santa deberían canonizarte por tu paciencia conmigo.

Hay muchas cosas que sólo se pueden observar en perspectiva... Y es así como cobran un mínimo de sentido. Extraño, pero divertido.

Supongo que todos nos adaptamos de una manera a nuestro entorno y buscamos unas y otras cosas a nuestro paso. Es como una misma forma rellenada de diferente contenido. Y ver lo que otro ve es una de las pocas formas de matar la soledad. Seguiré por aquí. Te debo un mail.

Querid@ grixta. Gracias por tu visita ^_^. No estoy acostumbrada a que me lea nadie que no conozco... por eso el hecho de pensar que alguien ha llegado y decidido leerme hasta el final y encima decidido saludar... Es algo que me parece sobrecogedor. Para mí todo lo que escribo no son más que neuras, que en labios quedan más raras que escritas. Ja, ja, ja. Si hay cualquier cosa por aquí que te guste, eres libre de robarla. Y sí... en este mundo, todo son realidades paralelas. Tanto que a veces marean... Surrealismo O_O

Querido Blackhole
Tú a estudiar inglés ¬¬
Me gusta el azar. Es lo que no controlamos y las sorpresas de la vida. Nos quejamos de que no están, pero tal vez sea que o no las vemos o no les queremos abrir la puerta. Yo estoy cansada. Y loca. Y todo. Y necesito aire puro en mis pulmones. Y no sé por qué me sigues leyendo ¬¬
Un beso.

Template by:
Free Blog Templates