
La foto la saqué en un parque de Lyon con el móvil, porque para variar a la cámara de fotos se le había acabado la batería.
Si tengo que decir algo para describir este último año, me gustaría decir que ha sido un año de lucha. O mejor dicho, de guerra. Lo está siendo hasta la última noche, para despedirse por todo lo alto.
Cuando digo que ha sido un año de guerra, no pretendo hacer alusión al hecho de pelear duro y esforzarme cada hora que he pasado despierta. Hay algo más en la guerra que no es tan glamuroso como el esfuerzo. Es su capacidad para cercenar vidas. A veces las vidas desaparecen de golpe, por un diparo de fusil. Otras veces es la prolongación de la guerra lo que te deshumaniza y no vuelves a ser quien eres.
Lo dicho, este año ha sido un año de guerra. En el que aparte de esforzarme por cumplir con todas mis obligaciones, he tenido que preocuparme de no desaparecer en el intento, ni por los bandazos del día a día. Y, aunque a trancas y barrancas, creo que he conseguido seguir siendo quien soy sin apagarme. Mientras, veo como a mi alrededor se van extinguiendo los que una vez fueron mis camaradas. Esa especie de muerte intentaba ser una metáfora, pero es cierto que a mi edad mucha gente empieza a volverse tan grisácea como los cadáveres.
Podría decir muchas otras cosas sobre la guerra. Como por ejemplo que te separa de la gente a quien quieres, porque cada uno tiene su propio combate que librar. No sabes si algún día volverán, e incluso si vuelven no sabes qué habrán hecho de ellos las secuelas psicológicas. No sabes si esperar u olvidar. También puedo decir sobre la guerra que hay gente que cree noble morir en ella, y se siente orgulloso cuando ceniciento cae ante las hordas enemigas de las durezas de la vida. Podría decir muchas cosas.
Pero en realidad sólo quiero decir que la Guerra es la enemiga natural de la Vida.
Si tengo que decir algo para describir este último año, me gustaría decir que ha sido un año de lucha. O mejor dicho, de guerra. Lo está siendo hasta la última noche, para despedirse por todo lo alto.
Cuando digo que ha sido un año de guerra, no pretendo hacer alusión al hecho de pelear duro y esforzarme cada hora que he pasado despierta. Hay algo más en la guerra que no es tan glamuroso como el esfuerzo. Es su capacidad para cercenar vidas. A veces las vidas desaparecen de golpe, por un diparo de fusil. Otras veces es la prolongación de la guerra lo que te deshumaniza y no vuelves a ser quien eres.
Lo dicho, este año ha sido un año de guerra. En el que aparte de esforzarme por cumplir con todas mis obligaciones, he tenido que preocuparme de no desaparecer en el intento, ni por los bandazos del día a día. Y, aunque a trancas y barrancas, creo que he conseguido seguir siendo quien soy sin apagarme. Mientras, veo como a mi alrededor se van extinguiendo los que una vez fueron mis camaradas. Esa especie de muerte intentaba ser una metáfora, pero es cierto que a mi edad mucha gente empieza a volverse tan grisácea como los cadáveres.
Podría decir muchas otras cosas sobre la guerra. Como por ejemplo que te separa de la gente a quien quieres, porque cada uno tiene su propio combate que librar. No sabes si algún día volverán, e incluso si vuelven no sabes qué habrán hecho de ellos las secuelas psicológicas. No sabes si esperar u olvidar. También puedo decir sobre la guerra que hay gente que cree noble morir en ella, y se siente orgulloso cuando ceniciento cae ante las hordas enemigas de las durezas de la vida. Podría decir muchas cosas.
Pero en realidad sólo quiero decir que la Guerra es la enemiga natural de la Vida.