jueves, 21 de noviembre de 2013

Con nombre propio: Adrian

Hay un antes y un después de leer Doktor Faustus de Thomas Mann. Yo no tenía ningún Adrian en mi vida. Después de leer ese libro, solo puede haber uno. Adrian. Adrian Leverkühn. Adrian con ese sonido vocálico tan bello en su apellido que nunca podré pronunciar. Llevo años diciéndolo, mi boca no tiene espacio para tantas vocales como un alemán.

Hablar de él, me llevaría toda la noche. Aunque podría dedicársela, claro. La versión breve: es un genio de la música, que sacrifica su vida por el arte. A ciertos niveles muestra una madurez y una sabiduría envidiables, pero otras veces parece tan frágil en los pequeños detalles que te hace sonreír al ver ese rostro infantil en una criatura como él. Todas las palabras que he gastado desciribéndolo durante meses no sirven de nada en comparación con una frase que me dijeron el otro día, sabiamente: "cuando ves lo frágil que es, te dan ganas de abrazarlo; otras veces, lo matarías".

No viene a santo de nada, pero hay una canción ideal para este momento:

 

1 comentarios:

Karstiel dijo...

:O

Venga, a ponerlo a la ingente lista de cosas por echarles un vistazo

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