viernes, 21 de noviembre de 2014

Pensando en la crisis de la modernidad



La crisis de la modernidad es algo en lo que pienso con frecuencia, principalmente porque mi tesis doctoral gira a su alrededor. El martes tengo que reunirme con mi director para dejar las cartas sobre la mesa y explicar sin tapujos ni palabras demasiado esdrújulas lo que quiero hacer. Es curioso como a veces los fenómenos más corrientes son los más difíciles de explicar y se escudan tras extrañas nomenclaturas que solo sirven para liar las cosas. Aún está por comprobarse, pero creo que se debe a que dichos fenómenos existen para vivirlos o sentirlos... por eso es tan difícil trasladarlos al ámbito del lenguaje, que lo queramos o no sigue estando dominado por la mente lógica del ser humano.

Tal vez se deba a que mi aproximación al tema fue gracias a él, pero opino que Fausto es una buena vía de entrada a la crisis de la modernidad. El personaje, que puede verse rehuyendo la mirada de observador en la imagen de arriba, no es que me genere gran simpatía. Tras vivir encerrado entre estudios y libros, un buen día el pobre Fausto descubre que en realidad está vacío y que no ha conocido nada de verdad. Vamos, que no ha vivido. Aprovechando la crisis se le aparece Mefistófeles, un simpático diablo que le ofrece todo lo que pueda desear hasta encontrar el instante supremos en el que Fausto se sienta pleno. De este planteamiento surgen una serie de aventuras y desventuras (más bien tragedias, con todas las letras) y cientos de temas de conversación.

Fausto es la insatisfacción, el querer más de la vida, el perseguir ese momento tan intenso que se tiñe de colores más vivos que la propia existencia. Esa parte me gusta, sí, lo acepto. Considero que es la sal de la vida y lo que te hace reír a carcajadas por la calle. Sin embargo, su manera de aproximarse a esa sensación me parece poco efectiva... incluso inmadura hasta cierto punto a causa de a) el tratamiento del primer amor y b) la asimilación vida = orden que trata de hacer Goethe. Yo soy más partidaria de la vida = caos. Es un medio líquido, por lo que hay que saber nadar más que construir.

Tras esta introducción completa y absolutamente subjetiva a la obra, quiero decir que este es planteamiento de la crisis de la modernidad: la insatisfacción y la carencia ante una vida que se nos antoja carente de sentido. Eso es lo que nos hace buscar, buscar, buscar. Lo verdaderamente fáustico es, a mi entender, el problema de querer hacerlo todo, conocerlo todo, sentirlo todo para dotar de sentido a la propia vida. En lo que no coincido es en el modo en el que él pretendió hacerlo (no por el pacto maléfico, que Mefistófeles es lo mejor de la obra), ya que a la larga se desvincula demasiado de la vida del común de los mortales.

Pero es un buen planteamiento para empezar y a mí me sirve para volver a entrenar mis dotes de escritura. Juo, juo, juo.

jueves, 20 de noviembre de 2014

Free Time! 1911: Amundsen vs. Scott

Sí, la calidad de la imagen da más pena que otra cosa. Sí, lo que parece verse es la mesa de la cafetería. Y sí, esto es a lo que dedico parte de mi tiempo libre. Al menos el domingo pasado, aprovechando el soleado tiempo otoñal... mientras dure.

Lo que puede verse en la foto es un jueguecito de 20 minutos para dos jugadores. Uno de ellos encarna a Amundsen y el otro a Scott en una implacable carrera por alcanzar el Polo Sur allá por 1911. Para ello tiene que llegar de la esquina izquierda del tablero hasta la esquina derecha. ¿Cómo? Jugando cartas del mismo color que la siguiente casilla de su recorrido. Como esto así, a secas, sería tirando a aburridote, hay caballos/perritos (cada uno con su nombre) a modo de comodín, cartas de buen tiempo que te permiten avanzar más rápido y pequeñas desgracias que puedes lanzar contra tu rival para entorpecerle el paso: grietas, ventiscas, perdidas de equipaje... Todas esas cositas que generan pequeñas venganzas a largo plazo en las relaciones. 

Básicamente, en eso consiste el juego, en gestionar las cartas de tu mano y la manera de jugarlas para incordiar al rival mientras te concentras en avanzar por tu propio camino. Rapidito, sencillito y feliz. Bueno, no tanto. Amundsen se comió a los perros en la vida real (comprensible, pero pobrecillos) y en la imagen puede verse a mi ficha azul muerta de congelación tras perder la partida. Lloraba agarrado a sus caballos mongoles, tratando de encontrar calor, pero no hubo manera. Descanse en paz.

Si se amplía la imagen puede verse la dedicatoria del autor del juego, que aquí una tiene nivel.

lunes, 17 de noviembre de 2014

Life is Life (na, na, na-na-na)

Life is life (na, na, na-na-na), o al menos así lo cantaba Opus con su música ochentera. Hoy en día ya no se estilan esas canciones de melodía simple y optimista que, sin grandes aspiraciones, cuentan la historia de una época donde todo parecía mirarse con mejores ojos. O con menos maquillaje. Aunque las sombras y el rimel de los ochenta también tenían lo suyo. En fin, que bonitos recuerdos.

He llegado a la conclusión de que, males mayores aparte, lo peor que te puede ocurrir en este mundo es encontrarte inmerso en una vida que no está hecha para ti. La experiencia es opresiva y todo se tiñe de colores muy feos. No diría que de gris (que con el rollo postapocalíptico encaja bien), sino más bien tirando a ala de mosca o caca de oca. Yo un día tuve un ataque de vértigo de tantas moscas y tantas ocas, me di media vuelta y fui corriendo sin parar hasta la encrucijada con sacrificios de sangre en la que me había equivocado de camino. Así acabé estudiando un máster en Humanidades, trabajando una jornada completa como autónoma, durmiendo como los benditos cuando me tumbaba en la cama y graduándome con una nota media aceptable y todo.

¿Adónde lleva un máster en Humanidades? Sí, es buena pregunta. Todo el mundo dice que mucha salida no tiene, así que he decidido llevarle la contraria al sentido común y empezar un doctorado sobre la crisis de la modernidad. Mientras tanto, soy feliz y me desespero buscando trabajo tras haber perdido a mi cliente principal porque ha vendido la empresa. Pero de buen rollito, ¿eh? 

Ahora estoy embarcada en esa maravillosa aventura que es saber-qué-narices-quieres-hacer-y-conseguirlo, y por ahora estoy disfrutando mucho de la ajetreada travesía en barco. Recibo encargos esporádicos (a cada cual más surreal), preparo una tesis, ayudo a mi director con sus clases de máster y envío muchos currículos (¡tal como dice la RAE!) a editoriales y juegos online con los que paso mi tiempo libre. Sí, tiempo libre, ¡porque después de años por fin lo tengo! Esto explica mi presencia por aquí y mis ganas de contar, contar, contar... contar tanto, contar.

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