martes, 21 de diciembre de 2010

Au...

Cuando he llegado a casa tenía ya la primera. Cuando he salido del baño, la segunda. No ha servido para nada. Lo he intentado, pero no he podido. Prometí que no lo haría más, pero hoy no he aguantado. Lo siento mucho... Y no ha servido para nada porque me sigue doliendo. Creía que había mejorado un poquito. Lo suficiente como para no tener que marcarme por partida doble. Pero ya veo que no... Seré idiota, me siento tan podrida. Sé que mañana estaré mejor, se habrá empezado a pasar. Mientras tanto tomaré lo más fuerte que tengo en casa y dormiré.

Siempre me quejo de la gente que airea sus penas en Internet, pero a la hora de la verdad creo que hay veces en las que todos necesitamos decir que nos duele. O si no estallamos...

No quiero volver a salir de mi cabeza. Todo esto es ridículo.

lunes, 20 de diciembre de 2010

El conocimiento humano

Hoy ha sido uno de esos días simple y llanamente C-A-N-S-A-D-O. He salido de casa que eran las siete y media y he vuelto justas las nueve y diez. He ido a por el desayuno, a por la comida, he estrujado mis neuronas durante mis horas de trabajo, he pateado Barcelona haciendo compras de Navidad, he pasado por un Starbucks para cenar, me he duchado, he recogido la habitación y aquí estoy. Apurando el día, esperando que la tila y las valerianas hagan efecto.

No es una queja, más bien estoy orgullosa de ello. Suena como si fuera una vida... Una vida de verdad, ¿no? Me estoy esforzando mucho por mantener una rutina mínima de comida, de sueño, de orden; todo para seguir levantando cabeza. Creo que es algo bueno. Ahora cada uno de esos pequeños esfuerzos (comer, prepararme las infusiones para dormir, ducharme al llegar a casa, recoger la habitación, sentarme frente al ordenador) parece un paso más para llegar a alguna parte. Hace algunos meses no tenía nada de eso. Cada momento no tenía ni su espacio, ni su tiempo, ni su valor. Ahora toman otra consistencia y creo que el fin de todo es una Vida. Vivir, ese dichoso verbo que se me atraganta... Porque, francamente, creo que nunca le he pillado el tranquillo.

Eso me ha hecho pensar en el conocimiento humano. Sí, en serio. Mientras me comía un sándwich de camino a casa con un BioSolan en el bolso. Creo que tiene que ver con lo poco humana que me siento últimamente. Tal vez ya no me sienta tan Maldita, pero si extraña, extranjera en un mundo que cada vez se me hace más raro. Yo pensaba que casi todo funcionaba de otra forma. Pero estaba equivocada. Ahí es cuando he empezado a valorar el verdadero conocimiento humano.

Me explico. Yo no soy tonta, o al menos eso creo. Igual un poco inculta sí que soy y no tengo conocimientos técnicos ni especializados. Pero no me parece bien que me miren por encima del hombro por no tener nociones de física, política o teoría del caos. A mí si me lo explican, lo entiendo. A veces, incluso rápido. Si me dan un libro donde viene escrito y algo de tiempo, lo comprenderé cuando lo lea. Pero no creo que ése sea el verdadero conocimiento humano. Si así fuera, yo me sentiría más humana porque tengo capacidad de adquirirlo. Es demasiado triste que se reduzca a eso.

Yo creo que el verdadero conocimiento humano se extrae de otra parte. De la vida, de las conversaciones, de las experiencias que te van formando. No sé cómo explicarlo... Pero es ese tipo de material que te hace sentir inmadura cuando hablas con gente mayor que tú. No es un listado de enumeraciones o sentencias, es más bien algo que te va definiendo la mirada y la manera de entender. Por muchos libros de física cuántica que leas, ese conocimiento no lo encontrarás allí. Es el conocimiento del ser humano, de su vida, no de su mente. Por eso la edad puede ser un dechado de virtudes. Quien ha vivido mucho, sabe más que nadie sobre la vida. Pero quien ha vivido mal sólo ha conseguido acumular más años de errores repetidos que te hacen ver esos mismos errores como la verdad absoluta, por eso también es un peligro.

Después también hay otro peligro, creo yo. Y es que la gente que tiene muchos conocimientos mentales, a menudo habla como si supiera mucho de la vida. Puede saber mucho de economía, de política, de ecología, pero a mí no me vale. Creo que los volvería locos preguntando qué significa echar de menos a alguien, qué se siente cuando desarrollas lazos de afecto, por qué hay que envolver un regalo... Y sí, todas estas conversaciones las he tenido. Lo sorprendente es que haya gente que sabe las respuestas y sea capaz de traducirlas a palabras. Yo soy de bases. Cuando consigo llegar al fodo de la cuestión con alguien, es como si tuviera una nueva pieza del puzle (ése del que tengo que cambiar el marco). Lo más curioso es que muchas veces ellos tampoco se han preguntado nada de esto y es al discutirlo cuando lo piensan por primera vez de manera consciente. Y aun así nunca han dudado de su humanidad...

Finalmente, decir que para el conocimiento humano siempre se ha encontrado en gran medida en la literatura, en el arte, en la música. Hoy con este tema no consigo quitarme de la cabeza esta canción de Loquillo. La letra no tiene desperdicio. Un pedacito de conocimiento humano, aunque tal vez nunca lo vayamos a necesitar. Algún día escribiré más de este hombre...




P.D. Hoy soy muy mujer. Eso justifica cualquier sinsentido que haya escrito. Creo que he exagerado más de la cuenta... Pero es como el tono melancólico. No es voluntario, lo tengo en mi manera de divagar.

P.D 2. Gracias por leer. A los que comentáis, que siempre me sorprendéis llegando al final de las entradas... Y a los que sólo me leéis, que tenéis el detalle de decir "te sigo todos los días por el feed" o "te leo aunque no diga nada". Son ese tipo de relaciones extrañas que agradezco.

domingo, 19 de diciembre de 2010

Aprender

Un día de febrero descubrí algo importante y es que me queda mejor el pelo corto. Debería haberme empezado a dar cuenta entonces. Las cosas no tienen por qué ser tal y como las has estado creyendo.

Pero el ser humano es obcecado. O al menos yo lo soy, de lo cual no se infiere necesariamente que sea un ser humano. La cuestión es que soy obcecada. Y aunque el mundo y las experiencias empiecen a darte pistas de lo contrario, tú sigues aferrada a tu antigua visión. Como los cerebros anquilosados que no puede aprender un idioma nuevo porque la sintaxis de la lengua materna ha abierto surcos demasiado profundos.

Entonces aparecen cosas que se llaman "piezas". Una aquí, otra allá, todos pedazos de información, conceptos extraños que no hay cómo englobar en tu puzle mental. Es entonces, te das cuenta de que vas a tener que cambiar hasta el marco para hacer que encajen. Porque tus premisas iniciales, los esquemas que has extraído del mundo ya eran erróneos. Estaban basados en una información parcial o retorcida... ¿Pero cómo los encajas? Sobre todo cuando tú ya estás configurada en base a unos esquemas viejos. Has sobrevivido siguiéndolos.

Entonces estás vacilante. De dos cosas principalmente. Por una parte, de ese mundo que funciona de una manera que tú nunca habías observado y en el que no sabes moverte. Por otra, de que de repente descubres que te cconoces muy poco, te queda mucho que descubrir y aún más que incorporar.

Algunas de las cosas que he aprendido últimamente es que llevar una cruz es la norma, no la excepción. Y si otros pueden hacer algo con su vida así, yo también debería. Y dejar de llorar de una vez. También sé ahora que el esfuerzo no es aguantar, sino avanzar. Finalmente, creo que todo el mundo necesita una dirección hacia la que moverse.

Me gusta pensar que voy mejorando, pero siempre acabo metiendo la pata hasta el fondo en una cosa diferente sin darme cuenta. De verdad, a veces me da la sensación de que me llamo Jane y que me muevo por enlaces filóticos... *sigh*

lunes, 13 de diciembre de 2010

Sherlock


Hoy tengo dos opciones. O me dejo llevar por este maldito ataque de neurosis, o intento seguir teninendo el control de mi cabeza de alguna manera. ¡Así que Sherlock!

Dicen que los clásicos nunca mueren, y en el caso de Sherlock Holmes va a resultar que es cierto. Tras la saga de juegos de Frogwares, las novedades para Nintendo DS y la película de Guy Ritchie, nos llega ahora una nueva adaptación de mano de la BBC.

Sherlock es una suerte de miniserie, compuesta hasta el momento por tres largometrajes de noventa minutos cada uno. Lo principal innovación que introduce es la modernización del mito creado por Conan Doyle. Si bien se apoya en varias de las historias del canon sherlockiano, los guionistas de la BBC arrancan a Holmes y Watson del regio victorianismo y los sumergen en pleno siglo XXI. Ésta es sin duda una apuesta arriesgada que ha arrojado unos resultados cuando menos asombrosos.

La serie
Nos encontramos ante una obra de misterio y, como tal, se han tratado con cuidado todos los aspectos característicos de este género. El ritmo es muy agradable de seguir. A diferencia de las películas de acción, las escenas deductivas y los diálogos también tienen un papel importante en la serie.

No sigues a dos personjes que van corriendo constantemente de un lado a otro de la ciudad (que también lo hacen, eh), sino que los acompañas en su línea deductiva en la resolución de un misterio. Este misterio, aunque apoyado en varias historias del canon sherlockiano, es de factura propia y en general está muy bien hilvanado. Es decir, no hay explicaciones imposibles ni sorpresas de última hora para mantener un misterio y hacer cuadrar el caso. La explicación está a la vista, al alcance de todos, pero simplemente nadie repara en ella... Y cuando se resuelve te llevas las manos a la cabeza y dices: pero ¿cómo no lo había visto?

La adaptación
La modernización de los personajes y la trama es de lo mejorcito que he visto. Más de una vez he intentado imaginar qué sería se Sherlock Holmes si hubiera sido creado en mi época... Y nunca he obtenido un resultado ni la mitad de bueno que éste.

Hay varias referencias al canon y escenas completas que han sido copiadas y modernizadas. Una de ellas es la escena inicial, con Holmes golpeando el cadáver con una fusta. Otra de ellas, el capítulo de La ciencia de la deducción en el que Holmes hace un análisis en profundidad del reloj de bolsillo de Watson y le dice hasta cuántos empastes tiene en las muelas. Este mismo diálogo se reproduce en el primero de los largometrajes de la BBC, pero aplicado al móvil que lleva en el bolsillo.

Además de estas referencias más llamativas, hay unas cuantas que permanecen bastante veladas a no ser que uno esté familiarizado con el canon. Nombres sacados de las novelas e historias cortas que se mencionan en una o dos ocasiones, pero que enseguida hacen saltar la alarma de los aficionados al gran detective. Por otra parte, también se hace un gracioso homenaje a la típica escena de Holmes pidiéndole a Watson que analice alguna prueba y recriminándole su falta de luces. Aunque en este caso el entrañable doctor se niega diciéndole que mejor no, que luego queda como un tonto. (Que es lo que todos pensábamos al leer las historias: ¿¡por qué nunca se negaba este buen hombre, si siempre quedaba a la altura del betún!?).

Los personajes
Más de una vez se ha comentado que en las historias originales de Conan Doyle lo verdaderamente importante es el carisma de Sherlock Holmes. El caso es interesante, puede estar mejor o pero planteado, pero todo el mundo quiere ver cómo lo resuelve Sherlock. Y por lo tanto, rescatar esa personalidad y aplicarla a los tiempos modernos es la parte más compleja de la operación.

A mí la elección de Benedict Cumberbatch me parece excelente. Y eso que a este hombre nadie le conocía... Es alto, delgado, tiene una cara extraña pero agradable, una nariz interesante y perfectamente podría ser Holmes. Me gusta bastante su actuación. En lugar del Holmes frío y calculador de Basil Rathbone, en mi opinión ha bebido más de la interpretación de Jeremy Brett: con sus altibajos, sus cambios de humor, sus explosiones repentinas, su tirarse al suelo, sus cambios de expresión faciales... Aunque tira demasiado hacia el Asperger me da a mí. Parece que en la producción de la serie se han olvidado de otro de los rasgos fundamentales de Holmes, su caballerosidad y educación. Aunque, por supuesto, es un detalle perdonable al adaptarlo a los tiempos modernos... Es lo que tiene.

El resto del reparto me parece igualmente maravilloso. Watson es simplemente achuchable, ¡y por fin tenemos a un doctor con el aire marcial que debió de darle el frente! Es menos tontorrón que el personaje de Conan Doyle, pero tampoco me quejo... Gana puntos de credibilidad. Lestrade, la señora Hudson, Moriarty, Mycroft, es perfectamente factible que fueran así aplicados a nuestros tiempos. Aunque especialmente en el profesor James Moriarty hay un giro muy interesante.

En resumen: que es una maravilla de serie, vamos. Plenamente recomendable para todo el mundo, aunque los fans incondicionales del detective pillarán más guiños. Y no soy yo la única que lo dice. En el IMDB le dan una puntuación de 9, Benedict Cumberbatch ha ganado el premio al mejor actor en los British Crime Thriller Awards por su papel como Sherlock, la serie se ha llevado el galardón a la mejor serie de misterio nacional y Rupert Graves ha estado entre los nominados para el premio al mejor actor secundario por su actuación como Lestrade. Además, hay que mencionar que Benedict Cumberbatch también está nominado al TV Times Awards como uno de los actores favoritos del país y que la serie ha obtenido 3 galardones otorgados por la Royal Television Society.

Cuando escribo tanto, me da la sensación de que el exceso de palabras hace que se nuble el verdadero encanto de algo. Me gustaría ser más concisa, pero entonces no digo todo lo que quiero decir... Es un desastre. Así que nada, mejor una muestra gráfica para terminar. Lo sé, lo sé, nadie habría dicho que esta canción le pegaría tanto a Holmes, pero... ¡Es que es maravilloso! <3>




¿He dicho ya que las ventas de libros han crecido un 180% y que la ropa estilo Holmes/Watson está arrasando en las calles? Ay, que me parto... Lo de la producción en masa de gabardinas y bufandas ha sido demasiado.
P.D. Llevo cuatro valerianas en el cuerpo, una tila doble y no hay manera. Estoy como para ponerme a seguir vetas en la madera del suelo .




viernes, 3 de diciembre de 2010

Trampantojos

Escapando de la crítica
Pere Borrell del Caso
"Quien hizo la ley hizo la trampa"

A veces parece que el ser humano haya nacido con una cierta inclinación a engañar al prójimo, una picaresca que ciertas culturas han sabido explotar con creces. Se engaña al diablo, se engaña a la muerte, se engaña al turista incauto y se engaña incluso a los sentidos. Entre los artificios con este último fin destaca sobre todo el trampantojo por su ingenio y simpatía.

La palabra TRAMPANTOJO es una palabra compuesta que el Diccionario de la lengua española recoge como derivada de "trampa ante el ojo". Su equivalente francés TROMPE L'OEIL presenta una etimología similar (engañar al ojor) y es como se conoce en la mayoría de culturas.

Tal como indica su nombre, la finalidad del trampantojo es engañar a la vista. Y así lo encontramos precisamente en la pintura y la arquitectura, haciéndonos creer cosas que no son reales. Nuestro cerebro queda capturado por la ilusión durante unos breves instantes hasta que reacciona al descubrir dónde está el truco. Este encontronazo entre la realidad y la percepción es lo que persigue el trampantojo. No importa que el truco sea inmediatamente revelado, el objetivo de este artificio es diluir los límites entre la realidad y la ficción por unos momentos.

Para ello se valen de diversos juegos de perspectiva, sombras y volúmenes con tal de forzar nuestra percepción por el camino equivocado. En el caso de los cuadros y pinturas, todos estos mecanismos se utilizan para simular una tridimensionalidad que no existe. Por eso sentimos que los personajes salen del cuadro acercándose a nosotros o que nos observan desde lo alto de una cúpula abierta al cielo. Esta perspectivas forzadas hacen que el trampantojo sólo pueda ser observado desde un lugar concreto. Al cambiar nuestro punto de ubicación, somos conscientes de la perspectiva forzada y los objetos deformados, con lo que los artificios quedan expuesto a la luz y el efecto del trampantojo se desvanece.

Eso es lo que sucede, por ejemplo, en los techos decorados de Andrea Mantegna y Andrea Pozzo. Enormes cúpulas se elevan ante nuestros ojos en un techo perfectamente plano. Los avances en materia de perspectiva que tuvieron lugar en la Italia del siglo XV y la ciencia óptica desarrollada en los países bajos en el siglo XIII permitieron crear estos efectos llamados concretamente di sotto in sù (percepción de un objeto como si lo estuvierámos mirando desde abajo) y quadratura (pintura decorativa en fresco que se confunde con la arquitectura).


Techo de la cámara de los esposos
Andrea Mantegna

Cúpula de la iglesia de Sant Ignazio vista desde la perspectiva para la que fue concebida
Andrea Pozzo

Cúpula de la iglesia de Sant Ignazio desde una perspectiva diferente.
Puede apreciarse la distorsión que presenta el dibujo (anamorfosis) para que el trampantojo funcione.


Aunque con efectos arquitectónicos, la mayoría de los trampantojos han sido creados con medios pictóricos. No obstante, también hay algunos ejemplos en los que la ilusión se consigue usando méramente elementos arquitectónicos.

La Galleria Spada de Borromini tal vez sea el ejemplo más impactante. Este pasillo está diseñado para que, observado desde la entrada, imite la percepción visual que tenemos de un corredor de 37 metros; aunque su distancia real no supere los 9 metros de longitud.

La Galleria Spada y sus aparentes 37 metros de profundidad.

El truco al descubierto (elevación del suelo, estrechamiento de las paredes, reducción de las columnas y el espacio entre ellas, etc.)


De una naturaleza diferente es el efecto óptico que generó Bramante en la Escalera del Vaticano. Las escaleras se encuentran en el Museo Vaticano y parecen retorcerse sobre sí mismas una y otra vez en ángulos imposibles. Esta sensación tan vertiginosa tiene fácil explicación si observamos la base de los peldaños, ya que descubrimos que en realidad son dos escaleras helicoidales la una sobre la otra.


Escaleras del Vaticano

Vistas desde abajo

Aún es posible rizar más el rizo (que buena soy con los juegos de palabras, por Dios), como demuestran las escaleras del Museo del Pueblo Gallego en Santiago de Compostela.


Tras un periodo de proliferación durante el Quattrocento el Cinquecento y el Barroco, el trampantojo cayó prácticamente en desuso en el ámbito artístico. No obstante, su naturaleza picaresca y simpática le han valido la pervivencia hasta nuestros días. Eso sí, en un entorno mucho más cercano al ser humano donde puede pasar desapercibido y confundirse con su realidad cotidiana.

Como por ejemplo, en las calles:


Obra de Edgar Mueller


Obra de Kurt Wenner
Obra de Julian Beever
Otra obra de Julian Beever
Esta vez inspirada en Escher

En las fachadas:

Trampantojo en una de las calles principales de Montpellier.
Éste solía verlo yo desde el restaurante donde comía.


En las paredes de casa:





En los muebles:




Y hasta en la ropa:
Colección de Rosalind Keep

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