viernes, 3 de diciembre de 2010

Trampantojos

Escapando de la crítica
Pere Borrell del Caso
"Quien hizo la ley hizo la trampa"

A veces parece que el ser humano haya nacido con una cierta inclinación a engañar al prójimo, una picaresca que ciertas culturas han sabido explotar con creces. Se engaña al diablo, se engaña a la muerte, se engaña al turista incauto y se engaña incluso a los sentidos. Entre los artificios con este último fin destaca sobre todo el trampantojo por su ingenio y simpatía.

La palabra TRAMPANTOJO es una palabra compuesta que el Diccionario de la lengua española recoge como derivada de "trampa ante el ojo". Su equivalente francés TROMPE L'OEIL presenta una etimología similar (engañar al ojor) y es como se conoce en la mayoría de culturas.

Tal como indica su nombre, la finalidad del trampantojo es engañar a la vista. Y así lo encontramos precisamente en la pintura y la arquitectura, haciéndonos creer cosas que no son reales. Nuestro cerebro queda capturado por la ilusión durante unos breves instantes hasta que reacciona al descubrir dónde está el truco. Este encontronazo entre la realidad y la percepción es lo que persigue el trampantojo. No importa que el truco sea inmediatamente revelado, el objetivo de este artificio es diluir los límites entre la realidad y la ficción por unos momentos.

Para ello se valen de diversos juegos de perspectiva, sombras y volúmenes con tal de forzar nuestra percepción por el camino equivocado. En el caso de los cuadros y pinturas, todos estos mecanismos se utilizan para simular una tridimensionalidad que no existe. Por eso sentimos que los personajes salen del cuadro acercándose a nosotros o que nos observan desde lo alto de una cúpula abierta al cielo. Esta perspectivas forzadas hacen que el trampantojo sólo pueda ser observado desde un lugar concreto. Al cambiar nuestro punto de ubicación, somos conscientes de la perspectiva forzada y los objetos deformados, con lo que los artificios quedan expuesto a la luz y el efecto del trampantojo se desvanece.

Eso es lo que sucede, por ejemplo, en los techos decorados de Andrea Mantegna y Andrea Pozzo. Enormes cúpulas se elevan ante nuestros ojos en un techo perfectamente plano. Los avances en materia de perspectiva que tuvieron lugar en la Italia del siglo XV y la ciencia óptica desarrollada en los países bajos en el siglo XIII permitieron crear estos efectos llamados concretamente di sotto in sù (percepción de un objeto como si lo estuvierámos mirando desde abajo) y quadratura (pintura decorativa en fresco que se confunde con la arquitectura).


Techo de la cámara de los esposos
Andrea Mantegna

Cúpula de la iglesia de Sant Ignazio vista desde la perspectiva para la que fue concebida
Andrea Pozzo

Cúpula de la iglesia de Sant Ignazio desde una perspectiva diferente.
Puede apreciarse la distorsión que presenta el dibujo (anamorfosis) para que el trampantojo funcione.


Aunque con efectos arquitectónicos, la mayoría de los trampantojos han sido creados con medios pictóricos. No obstante, también hay algunos ejemplos en los que la ilusión se consigue usando méramente elementos arquitectónicos.

La Galleria Spada de Borromini tal vez sea el ejemplo más impactante. Este pasillo está diseñado para que, observado desde la entrada, imite la percepción visual que tenemos de un corredor de 37 metros; aunque su distancia real no supere los 9 metros de longitud.

La Galleria Spada y sus aparentes 37 metros de profundidad.

El truco al descubierto (elevación del suelo, estrechamiento de las paredes, reducción de las columnas y el espacio entre ellas, etc.)


De una naturaleza diferente es el efecto óptico que generó Bramante en la Escalera del Vaticano. Las escaleras se encuentran en el Museo Vaticano y parecen retorcerse sobre sí mismas una y otra vez en ángulos imposibles. Esta sensación tan vertiginosa tiene fácil explicación si observamos la base de los peldaños, ya que descubrimos que en realidad son dos escaleras helicoidales la una sobre la otra.


Escaleras del Vaticano

Vistas desde abajo

Aún es posible rizar más el rizo (que buena soy con los juegos de palabras, por Dios), como demuestran las escaleras del Museo del Pueblo Gallego en Santiago de Compostela.


Tras un periodo de proliferación durante el Quattrocento el Cinquecento y el Barroco, el trampantojo cayó prácticamente en desuso en el ámbito artístico. No obstante, su naturaleza picaresca y simpática le han valido la pervivencia hasta nuestros días. Eso sí, en un entorno mucho más cercano al ser humano donde puede pasar desapercibido y confundirse con su realidad cotidiana.

Como por ejemplo, en las calles:


Obra de Edgar Mueller


Obra de Kurt Wenner
Obra de Julian Beever
Otra obra de Julian Beever
Esta vez inspirada en Escher

En las fachadas:

Trampantojo en una de las calles principales de Montpellier.
Éste solía verlo yo desde el restaurante donde comía.


En las paredes de casa:





En los muebles:




Y hasta en la ropa:
Colección de Rosalind Keep

2 comentarios:

Karstiel dijo...

Si es que el cerebro es la cosa más falibre que pudiéramos tener en la cabeza. A la primera de cambio te empieza a decir que una cosa es lo que no es solamente porque él esperaba ver eso.

Pd. Creo que no quiero leer lo que he escrito porque fijo que me he perdido y no tiene sentido.

Addictive Epicurean dijo...

O puede que tenga un significado direferente a la idea original, pero yo creo que val eigualmente. Pero es cierto, el cerebro falla, falla mil veces. Se disocia, se asocia con lo que no debe y quince mil cosas raras más.

Creo que por eso me interesa tanto. El límite entre la realidad y la ficción llega a su punto más alto en los resquicios donde el cerebro nos la juega. Y eso se ha estado usando desde siempre... Esto tampoco tiene mucho sentido, pero si se toma como premisa inicial... Si se toma como premisa inicial, no quiero pensar adónde puede llevar. :S

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