lunes, 4 de agosto de 2008
He retornado del lejano norte. A regañadientes. Muy a regañadientes. Creo que es éste el motivo por el que nunca quiero volver a casa de mis padres.
No recordaba haber llorado tanto como hoy nada más llegar al piso vacío. El estómago cerrado y la garganta capturada por un ejército puñeteros tiburones mordiéndome la laringe. Cualquiera que me conozca sabe que llorar no es nada raro ni fuera de lo común en mí. De hecho, lo hago a menudo y sin prejuicios. Algunos gritan para liberarse, yo soy incapaz de enfadarme... Así que mi vía de escape es ser una magdalena andante. Si es que porque ya no hay plañideras que si no, mi peso en oro.
Me duele volver a casa. Es extraño. Si cierro los ojos a las cinco de la mañana cuando se levantar mi padre, me siento como si tuviera nueve años. Los ruidos de madrugada en la cocina son idénticos. Y esa sensación se me agarra como una medusa asesina al corazón. Llevo muy mal la pérdida y el pasado y me niego a recordar o guardar fotos o recuerdos por esto mismo... Así que he vuelto dolorida, siendo consciente de los días que no volverán. ¡Señor, que he crecido! Y cada vez que vuelvo a casa me siento como si fuera Perséfone saludando a Démeter otra vez. Y a la vuelta a Barcelona, venga... La Reina del Infierno y del cotarro. Pero sin Hades de por medio... aunque que conste que cuando dividimos bienes, dije que me quedaría con el perro. Pero, claro, ni hablar... todo por jorobar... Me quede con el ala este del palacio y el Caronte. Bueno, por lo menos hay paseítos en la barca. Ahora he dicho que le voy a hacer un trajecito de gondolero.
Menos mal que aún me río de mí misma.
Pues en fin... Eso, que he vuelto a tierras barcelonesas y este agosto promete ser agotador.
Maldita tortura terminológica (que no tiene ni termino ni lógica => Inserten tu-tu-pash de chistes malos). Me voy a dormir porque no sé si me va a quedar papel higiénico como siga en este plan. Si es que me encanta llorar.
No recordaba haber llorado tanto como hoy nada más llegar al piso vacío. El estómago cerrado y la garganta capturada por un ejército puñeteros tiburones mordiéndome la laringe. Cualquiera que me conozca sabe que llorar no es nada raro ni fuera de lo común en mí. De hecho, lo hago a menudo y sin prejuicios. Algunos gritan para liberarse, yo soy incapaz de enfadarme... Así que mi vía de escape es ser una magdalena andante. Si es que porque ya no hay plañideras que si no, mi peso en oro.
Me duele volver a casa. Es extraño. Si cierro los ojos a las cinco de la mañana cuando se levantar mi padre, me siento como si tuviera nueve años. Los ruidos de madrugada en la cocina son idénticos. Y esa sensación se me agarra como una medusa asesina al corazón. Llevo muy mal la pérdida y el pasado y me niego a recordar o guardar fotos o recuerdos por esto mismo... Así que he vuelto dolorida, siendo consciente de los días que no volverán. ¡Señor, que he crecido! Y cada vez que vuelvo a casa me siento como si fuera Perséfone saludando a Démeter otra vez. Y a la vuelta a Barcelona, venga... La Reina del Infierno y del cotarro. Pero sin Hades de por medio... aunque que conste que cuando dividimos bienes, dije que me quedaría con el perro. Pero, claro, ni hablar... todo por jorobar... Me quede con el ala este del palacio y el Caronte. Bueno, por lo menos hay paseítos en la barca. Ahora he dicho que le voy a hacer un trajecito de gondolero.
Menos mal que aún me río de mí misma.
Pues en fin... Eso, que he vuelto a tierras barcelonesas y este agosto promete ser agotador.
Maldita tortura terminológica (que no tiene ni termino ni lógica => Inserten tu-tu-pash de chistes malos). Me voy a dormir porque no sé si me va a quedar papel higiénico como siga en este plan. Si es que me encanta llorar.
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3 comentarios:
Es el gran problema de vivir en dos mundos al tiempo... Aunque a tus padres los visites poco, sigue tu vida ahí latente, esperando a que continúes un día más...
tiburones
medusas
ui ui
¿qué lenguaje es este?
te estás volviendo Ménade
Bienvenida a la ciudad
'Llevo muy mal la pérdida y el pasado'
Te comprendo perfectamente. A mí parece que nunca deja de dolerme, y los momentos en que logro librarme de su amarga sensación los conservo como eventos sumamente importantes en mi vida, y a menudo me acojo a ellos para sostener mi esperanza.
Sin embargo yo muero por capturar cada instante de felicidad posible, por rememorarlo, por recuperar cada instante en que me parece que fui feliz. Fotos, objetos, memorias... y si me dieran un video con los mejores momentos grabados no dudaría en quedármelo. Eso sí, todo con una enorme pega, pues sólo me interesa mi propia selección y opinión respecto a los que considero mis buenos recuerdos y cualquier alteración externa respecto a ellos no suele ser bien acogida por mi parte.
¿Y si pudiéramos manipular los recuerdos a nuestro antojo? ¿Y si estuviera en nuestras manos inventarnos otros nuevos por si un día los echamos en falta?
¿Y si pudiéramos vivir con la certeza de que, pese a sea cual sea nuestro día a día, tendremos un sinfin de recuerdos hermosos ahí para nuestro deleite?
...
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