jueves, 28 de mayo de 2009
Hola, soy la chica del súper.
La misma que se pasa todos los días a las dos y cuarto y, que como siempre lleva algún libro en el bolso, le pita la alarma. A fuerza de práctica ensayo-error, me dejan pasar sin mirarme el bolso. Lo único que compro es una botella de agua Font Vella de un litro, que son las más cómodas de llevar (peso perfecto) y se gastan en una tarde de trabajo. Cada dos días cae algo de chocolate para comer a la ida y vuelta del trabajo. No me ven mucho más.
El guardia de seguridad me mira con desesperación por lo de la alarma, la pescadera me saluda porque una vez le dije que mi madre trabajaba en lo mismo. La cajera está harta de desactivarme alarmas de libros. Y los clientes, como siempre llevo poco, de vez en cuando me dejan colarme. Como sucede en los metros, al cabo del tiempo siempre acabas coincidiendo con la misma gente en los pasillos. A veces me encuentro con la tía de Jesulín y otras veces con Jordi-no-sé-qué (el presentador de La noria). De hecho, la primera vez que le vi iba al teléfono con mi madre y le dije: "Ama, estoy viendo un famoso" delante de las narices del pobre hombre, que parecía haber tenido un mal día.
Soy la chica del súper, la que siempre lleva pintas raras. Pero me he dado cuenta de que ya nadie me mira mal ni me dice nada en el barrio. No me puedo quejar, de vez en cuando alguna de las trabajadoras del Consum me dicen que les gusta mis estilo. Ah, y soy también la que siempre va a la carrera. Ah, y de vez en cuando tarareo las canciones del hilo musical, taconeo en la cola al ritmo y me gusta caminar en línea recta siguiendo el surco que hay entre baldosa y baldosa.
Esa soy yo en el súper. Qué gracia. Nunca conoces a alguien hasta que no lo ves moverse en un súper.
La misma que se pasa todos los días a las dos y cuarto y, que como siempre lleva algún libro en el bolso, le pita la alarma. A fuerza de práctica ensayo-error, me dejan pasar sin mirarme el bolso. Lo único que compro es una botella de agua Font Vella de un litro, que son las más cómodas de llevar (peso perfecto) y se gastan en una tarde de trabajo. Cada dos días cae algo de chocolate para comer a la ida y vuelta del trabajo. No me ven mucho más.
El guardia de seguridad me mira con desesperación por lo de la alarma, la pescadera me saluda porque una vez le dije que mi madre trabajaba en lo mismo. La cajera está harta de desactivarme alarmas de libros. Y los clientes, como siempre llevo poco, de vez en cuando me dejan colarme. Como sucede en los metros, al cabo del tiempo siempre acabas coincidiendo con la misma gente en los pasillos. A veces me encuentro con la tía de Jesulín y otras veces con Jordi-no-sé-qué (el presentador de La noria). De hecho, la primera vez que le vi iba al teléfono con mi madre y le dije: "Ama, estoy viendo un famoso" delante de las narices del pobre hombre, que parecía haber tenido un mal día.
Soy la chica del súper, la que siempre lleva pintas raras. Pero me he dado cuenta de que ya nadie me mira mal ni me dice nada en el barrio. No me puedo quejar, de vez en cuando alguna de las trabajadoras del Consum me dicen que les gusta mis estilo. Ah, y soy también la que siempre va a la carrera. Ah, y de vez en cuando tarareo las canciones del hilo musical, taconeo en la cola al ritmo y me gusta caminar en línea recta siguiendo el surco que hay entre baldosa y baldosa.
Esa soy yo en el súper. Qué gracia. Nunca conoces a alguien hasta que no lo ves moverse en un súper.
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3 comentarios:
Ahh, el super... Ese lugar extraño donde la gente recolecta cosas y espera durante largas colas...
Sinceramente merecemos regalos por acudir en procesión siempre allí
Apenas voy al súper. De hecho, apenas compro nada de manera directa. Pero a veces cocino algo con algún amigo; a veces, hasta le echo valor y me adentro en ese misterioso mundo de las colas, amas de casa y pescaderas.
Con el tiempo he aprendido que puede ser toda una aventura, que esos traumas infantiles producidos por largas esperas entre viejas pueden superarse con apenas una carrera por los pasillos -es realmente genial montarte en un carrito, especialmente si de pequeño no te dejaban.
También resulta bonito hablar de asesinatos y orgías en la cola, así como saludar a las cajeras con pinta de "este no es mi lugar" y, especialmente, comprar dulces. Adoro comprar dulces, aunque más aun comérmelos.
Voy a por un pastel.
PD: Y ahora que he seguido leyendo el blog... Hablando de espejos: también suele haber grandes espejos en el super. Mírate a ti misma en ellos y conócete : P
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