viernes, 21 de septiembre de 2012

Otoño

October, de Tissot
21 de septiembre, una nota rápida: hemos sobrevivido a otro verano más. 
Mañana más y mejor.

miércoles, 19 de septiembre de 2012

Sherlock Holmes no es un pato

 Está claro que las modas van y las modas vienen, le pese a quien le pese. Hace poco me dijeron aquí mismo que los dinosaurios habían estado de moda, luego llegarían los vampiros, los remakes de películas clasiconas y finalmente Sherlock Holmes. Porque sí, sí, oh, sí, mi personaje de ficción favorito empieza a asomar por todos los rincones.

Creo que el pistoletazo de salida fue la película de Guy Ritchie en 2009, a la que seguiría la fabulosa primera temporada de Sherlock en la BBC un año después. El éxito fue tan arrollador que, según creo recordar, las ventas de abrigos a lo Holmes se dispararon en Inglaterra y se confirmó de inmediato una segunda temporada. ¿Yo? Feliz. Aunque con demasiado Asperger para mi gusto, a ese actor se lo perdono todo.

Con el tiempo la segunda temporada de Sherlock triunfaría por todo lo alto, se confirmaría una tercera temporada, Doctor Who le brindaría un discreto homenaje en la quinta temporada, la cadena americana CBS anunciaría una nueva modernización de Holmes (Elementary) para septiembre de 2012 y otros autores llegarían a ubicarlo en Barcelona o Madrid. De hecho, ayer mismo volvía a casa de la estación de tren y me encontré con un libro de 150 enigmas ambientado en el universo de Holmes.

Para fliparlo en colorines, vamos. Llevo veinte años siguiendo a este señor y es la primera vez que siento que el filón se está aprovechando de mala manera. Subrayo, "de mala manera", literalmente. Señores, prepárense, que ahora es cuando quedo como una purista.

Si bien es cierto que la BBC hizo un trabajo formidable con la primera temporada de Sherlock, no pienso lo mismo de la segunda. Tres capítulos con una línea argumental débil o emborronada, investigaciones sin sentido y el tercer episodio, por no tener, no tiene ni caso. Ni deducciones brillantes ni misterio bien hilvanado. De hecho, tenemos un Holmes que no se comporta como Holmes, un Watson que no se comporta como Watson y un Moriarty que no se comporta como Moriarty. A pesar de ello, el éxito fue más rotundo que en la primera temporada. ¿Motivo? Introducir más humor para ampliar el espectro de espectadores a la vez que el peso recae en las relaciones interpersonales y se abandona el género de investigación.

Prácticamente la misma argumentación podría aplicarse a las películas de Guy Ritchie, que seguro que son formidables historias de acción y aventuras. Otro tanto para Elementary, que aún tiene el beneficio de la duda pero apunta hacia una serie ligera de detectives. Nadie dice que sean productos deficientes, pero por llevar su nombre en el título tampoco hacen de ello un "Sherlock Holmes". Para eso hace falta que se introduzca unas ciertas señas de identidad que han hecho que el personaje sea lo que es: el trastorno maniaco-depresivo, el trato cívico, la atención con las mujeres, el control sobre las situaciones, el saber estar y ser más raro que un perro verde sin caer en el cliché del genio excéntrico que es incapaz de desenvolverse en el mundo.

Como reza el dicho: "si anda como un pato, nada como un pato y grazna como un pato, es un pato". Y si no lo hace, pues no es un pato. Esta claro que yo sigo teniendo a mi favorito.

 
Septiembre. Otro año más sin Jeremy Brett.

Por cierto, ya que estamos aprovecho para una pincelada más de frikismo. Mi viejo sueño de querer ser la archienemiga de Sherlock Holmes se ha cumplido. Bueno, en cierto modo. He aquí una ilustración por encargo que me regalaron en la que salgo como mala malosa oficial, obra del ilustrador francés Jean-Marie Minguez. Sí, sí, quien me haya visto arreglada sabe que tengo esa ropa.

jueves, 13 de septiembre de 2012

Sobre la perfección: Beatriz vs. Ligeia


El príncipe encantador de Shrek. Bueno, y Jaime Lannister.
No hay nada más asociado a la perfección como el hecho de que no existe...

Un momento, frena, frena. Curiosa paradoja, ¿cómo puede tener asociaciones algo que no existe? Puede que el mundo real no tenga más perfección que la sucesión de Fibonacci en la naturaleza, pero en la mente del hombre es un concepto que ha existido, existe y siempre exisitirá. No tengo ni idea de ontología, pero debe de tratarse de un cierto grado de "existencia" aunque no de "realidad". El hecho de que un concepto solo exista dentro de nuestra cabeza puede llevarnos a confusiones, ya que creemos que en el mundo también tiene que estar presente y al final lo acabamos reflejando nosotros mismos. Así, por ejemplo, surge la imagen del príncipe azul, la idealización y muchas visiones hollywoodenses en las que todo es bonito y maravilloso (porque tú lo vales, reina). 

El fenómeno en masculino ya hablaré otro día (con vídeos de Katy Perry, si te descuidas), pero hoy quiero hablar del reflejo de la perfección femenina en la literatura con dos ejemplos completamente opuestos. El primero se ha repetido hasta la saciedad y lo vemos prácticamente en cualquier película, mientras que el segundo apenas ha tenido ejemplos desde el día de 1838 en el que vio la luz.

Dante y Beatriz, de Doré.
Beatriz Portinari fuera probablemente la chiquilla florentina más normal del mundo, pero la pluma de Dante la convirtió para siempre en un arquetipo de perfección. Se podría decir que la divina Beatrice encarna lo sublime, la elevación espiritual, la redención, la salvación, el amor idílico y todo lo que es bueno y puro. La mayoría de las protagonistas de las historias modernas han bebido de ella: son guapas, dulces y no son pocas veces sirven para redimir al protagonista. También es cierto que muchas de ellas son elementos pasivos de la trama que parecen recibir sus dones por gracia divina. Es decir, que son todo "lo bueno" sin esfuerzo, sin dificultad y sin dilemas éticos o morales. Por supuesto, todo es cuestión de gradaciones. Está la típica chica de la serie que te cae bien y el máximo exponente de la perfección: la Mary Sue (de la que, de verdad, tengo que hablar un día de estos).

Ligeia, de Harry Clarke.
Ahora bien, hay un segundo arquetipo de perfección que encarna valores muy diferentes y que suele pasar desapercibido. Me he estrujado las meninges en busca de más ejemplos, pero al final me he quedado como estaba. "Juro por mi alma que no puedo recordar cómo, cuándo ni siquiera dónde conocí..." Exacto, a lady Ligeia, de Edgar Allan Poe: un texto que expira y transpira perfección por los cuatro costados. Sin embargo, de la belleza de Ligeia no se dice que sea sublime, sino extraña (lejos de la regularidad clásica y con nariz aquilina). Se habla profusamente de su conocimiento (vasto en cualquier materia, jamás se la encontró en falta) y su carácter se resume en la frase: "La voluntad está allí yacente, mas no muerta. (...) El hombre no es vencido por los ángeles, ni siquiera por la muerte completamente, sino en razón de la flaqueza de su frágil voluntad." De hecho, la voluntad inquebrantable de sus ojos y la pasión de sus palabras/pensamiento son sus rasgos más distintivos. Vamos, que tenía los cojones tan bien puestos que se propuso regresar de la muerte y así lo hizo.  *sigh*

Al igual que Beatriz, Ligeia encarna lo ultraterrenal, lo más elevado, incluso la salvación y la redención para el narrador (puesto que sin ella cae en el caos). Se hace alusión a su naturaleza cautivadora, a su majestuosidad, a la dulzura de su voz, a su caminar ligero y a otras tantas virtudes que comparte con la imagen de Beatriz. Muy bien, pues allá va mi pregunta de hoy: ¿por qué no hay ningún otro ejemplo de lo que encarna Ligeia (¿acaso Hipatia? ¿Ada Lovelace, la hija de Lord Byron?) y para colmo el fluir del tiempo la ha convertido en una femme fatale? ¡De verdad! ¿¡Qué tiene esta mujer de femme fatale!? ¡Si se pasó la vida dedicada al estudio y a las paranoias metafísicas!

lunes, 10 de septiembre de 2012

¡Hola, me llamo Lucy!

¡Hola, me llamo Lucy! es una idea feliz que tuve un buen día de invierno, pero a la que nunca he dedicado demasiado tiempo. Lo sé, lo sé, soy la reina de los proyectos que no llevan a ninguna parte. De hecho, empiezo a creer que el día que yo haga algo se romperá el primer sello y todos los presagios del Apocalipsis se cernirán sobre nosotros. En fin, serafín: a lo que iba.


Nadie sabe cuándo ocurrió, pero a partir de cierto momento Dios y el diablo comenzaron a jugarse las almas de los hombres. El Altísimo contaba con su radiante séquito de serafines y arcángeles, en tanto que al antiguo portador de luz solo le quedaban las huestes desastradas de su ejército. Así que, ni corto ni perezoso, se reprodujo por partenogénesis y creó una legión de criaturas infernales que le servirían para su propósito. Nacieron de él las seductoras diablesas que llevan al hombre por el camino de la amargura, los caballeros mefistofélicos portadores del conocimiento más secreto y los vendedores liantes que te llevan a casa desde aspiradores hasta la eterna juventud. Y luego, en un último esfuerzo de sus células anteriormente conocidas como angelicales, nació Lucy.

Lo cierto es que quedó poco para ella: ni un físico despampanante con el que atraer a los hombres, ni un encanto mesmérico con el que encandilar a sus víctimas, ni siquiera una pizca de maldad. La pobrecita tuvo que quedarse con el aspecto de una girl scout de metro y medio y tirabuzones castaños que vende galletas de puerta en puerta.

¡Hola, me llamo Lucy! pretende ser una colección de tiras cómicas en las que veremos como la joven Lucy hace todo lo que está en su mano para conseguir almas y formarse en el arte de la mercachiflería. La acompañan en su periplo su fiel gata Cristie (tuerta y con media oreja comida), su instructor (con acento argentino, faltaría más), Lucinda (la terrible diablesa) y su señor padre (que no le quita la vista de encima).

No sé hasta qué punto lo mío es el humor, pero me lo paso pipa con estas cosas. Al borde de los treinta te das cuenta de que el futuro cada vez es más corto, pero yo cada vez tengo más cosas acumuladas. Aunque no lleven a ninguna parte, al menos poniéndolas por escrito parece que les rinda homenaje. Como siempre, mil gracias por leer desde las sombras.

sábado, 8 de septiembre de 2012

La Belle Dame sans Merci (La bella señora sin piedad) es una balada escrita por el poeta romántico John Keats en 1819. En este poema breve de 48 versos se nos cuenta la historia de un caballero que acaba al borde de la muerte tras su encuentro con una hija de las hadas. Aunque es uno de mis poemas favoritos del romanticismo, hoy no voy a entrar a discutirlo. Lo que me ha llamado la atención es el personaje de la dama, creo que tiene la fuerza necesaria para representar un arquetipo en toda regla y lo cierto es que se ha explotado muy poco.

La dama se nos presenta como una mujer joven y hermosa, rodeada de elementos que tradicionamente han sido asociados a la feminidad: belleza, larga cabellera, voz melodiosa, caminar ligero, estrecha relación con las flores y actitud amorosa y complaciente hacia el hombre. La imagen mental que proyecta esta descripción me recuerda a Ophelia (cuerda y viva, eso sí): una doncella pura y dulce, como las que aparecen en los cuentos de hadas y las historias sobre caballeros y princesas. Si habláramos de algo más moderno, me quedo con:

Adalind Schade, escogida con muy mala leche.
Solo hay un elemento que desentona con esa imagen de doncella clásica: unos ojos salvajes que se mencionan varias veces. Como todo elemento que rompe un conjunto bien definido, se percibe como algo "inquietante" o "atrayente" (aunque creo que ambas sensaciones manan de la misma fuente). Es lo que ocurre con la gente que tiene el pelo extremadamente largo, un ojo de cada color o un defecto físico en un rostro agraciado. No sabrías decir si te atrae o te repele, pero está allí y no puedes dejar de mirarlo,  en parte por su antinaturalidad y en parte por su falta de coherencia con el conjunto.

Solo un detalle más y acabo: la dama se describe literalmente como "niña de las hadas". Un rasgo que deja bastante clara la diferencia de naturaleza entre el caballero y ella. Niños, ahí va una moraleja aprendida de mil y una historias: si algo es SOBREnatural, mejor no mezclarse con ello porque es más fuerte que tú.

Así que en resumen tenemos:
1) Feminidad de doncella clásica (inocencia y juventud incluidas).
2) Presencia de un elemento inquietante.
3) Naturaleza que la distingue del género humano, a menudo sobrenatural.
4) Poder de seducción sobre las personas.

Esta es la dama que presenta la historia, ni más ni menos. Al intentar documentarme he visto que la seducción y la manipulación de los hombres es uno de los rasgos que más se le asocian, hasta transformarse en su principal característica y convertirla en una femme fatale. Sintiéndolo mucho, en eso ya no estoy de acuerdo. Las mujeres fatales, tal y como las conocemos hoy en día, son mujeres fuertes e independientes que dan precisamente una imagen de lo que son. No sé, a mí siempre me ha parecido que uno de los rasgos más distintivos de la dama era su inocencia aniñada, que esconde tras de sí un carácter sobrenatural. 

La dama se relaciona estrechamente con Lamia, Circe y  Medea, entre otros personajes. Sin embargo, a mí no me parece tan buena opción. El poema tiene una notable ambigüedad en la que la dama llora antes de abandonar al caballero y condenarlo a la locura y la muerte. Es posible que la muerte y el infortunio que genera la señora a su paso no sea causa de una maldad meditada (como ocurre con las brujas y hechiceras), sino que sea consecuencia directa de su naturaleza cercana a lo numinoso o sobrenatural. A este respecto, como adaptación me gusta mucho más la siguiente:

Claudia, en Entrevista con el vampiro.
De modo que ya está, se acabó. Esta es mi lectura de La Belle Dame sans Merci y los motivos por los que no me gusta definirla como una femme fatale. Me habría gustado incluir más ejemplos modernos, pero ahora mismo tengo la cabeza reseca. Pero tranquilos, no lloréis, que pongo imágenes bonitas para que veáis cómo han imaginao a este personaje los distintos artistas.

Arthur Hughes, en la escena donde ella sube al caballo.

Frank Cadogan Cowper, con el trabajo terminado y su naturaleza de relieve.

Preciosa adaptación de Dicksee, con una inocencia acentuada.

Henry Maynell Rheam, más desconocido pero igualmente optando por el rosa.

Joseph Noel Paton, que prefiere acentuar la luminosidad. Curioso, rosa de nuevo.

Walter Crane y la escena del caballo, aquí no se percibe nada antinatural.

William James Neatby, otra imagen en la que podría ser cualquier dama.

William Russel Flint, tierna a pesar de la crueldad.


Una de mis favoritas, de mi amigo Dante Gabriel Rossetti.

Curiosamente, Robert Anning Bell es el único que opta por una estética oscura.

Fotografía de Viona-Art en una adaptación preciosa. Colores dulces otra vez.

Creo que captura muy bien la imagen bella e inquietante de la dama.

Nota: al igual que todos los artículos de este tipo que escribo para el blog, este también está sujeto a revisiones y actualizaciones de todo tipo con nueva información.

miércoles, 5 de septiembre de 2012

Dungeons of Dredmor

Todos tenemos nuestros pequeños vicios y uno de los míos son los juegos. Hasta cierto punto, son como los libros: ideales para desconectar y sumergirte en situaciones a las que no tienes acceso en la vida  real. Así que hoy quiero hablar de Dungeons of Dredmor, una típica aventura de mazmorras con un osado aventurero que quiere derrotar al malo maloso que vive abajo del todo.

No dejéis que la estética os engañé. Se publicó el 2011.

Dungeons of Dredmor pertenece taxonómicamente a la familia de lor roguelike: básicamente, que te dejan suelto en una mazmorra con dibujos cutres (o incluso sin ellos) y búscate la vida porque aquí te matan de verdad. A medida que recorres los pasadizos consigues oro, subes de nivel, aprendes nuevas habilidades, mejoras tu equipo y matas monstruos. Sobre todo, matas monstruos. La diferencia con un juego de "atacar a todo lo que se mueva" es que los roguelike funcionan por turnos y no premian los reflejos y la rapidez, sino la estrategia y el hecho de no perder la sangre fría.

Esto es básicamente lo que ofrece el juego que nos ocupa, con la diferencia de que presenta para mi gusto un recubrimiento muy atractivo. En primer lugar está la ambientación de magos, guerreros y ladrones, con todos los elementos tradicionales del género: bolas de fuego, familiares, espadas, escudos, ganzúas, trampas y todo lo que se te pueda ocurrir. En segundo lugar está la estética vintage que lo acompaña, con monigotes entrañables y coloridos que no están diseñados para ser el más molón del barrio, sino para cogerles cariño porque tienen esa cutrez de los viejos tiempos.

De hecho, creo que ha sido este último detalle el que le ha valido su buen nombre al juego. Además de unos gráficos cercanos a los que veíamos en Monkey Island o Simon the Sorcerer, también ha conseguido recuperar su sentido del humor. Eso sí, por encima de criaturas enfermizas que te contagian el resfriado, setas con habilidades a cada cual más ridícula, bichejos que tienen que enfrentarte a ti el día antes de jubilarse, máquinas expendedoras para comprar comida y alcohol, ponchos mágicos, Matemágicas, Necronomieconomia, conos de tráfico para la cabeza, sombreros mexicanos y cantidades ingentes de queso y lutefisk, por encima de todo ello, se eleva un: ¡Felicidades, has muerto! que creo que resume bastante bien el espíritu del juego.

Controles sencillos: mover ratón + clic, no hay prisa.
 
Si alguien se decide a probarlo, que no se espere un juego que vas pasando a la primera. Oh, no, no, esto está hecho para sufrir porque puedes morir a manos de tu propio familiar, porque eres vampiro y no bebes sangre o porque has decidido escoger la habilidad de Arqueología en lugar de la de Escudo. De hecho, tiene hasta opción de permadeath (que te hace comenzar desde el principio del todo sin posibilidad de recuperar la partida si te matan).

No sé yo, a veces me da la sensación de que la gente siempre va a por las cosas que más brillan del mercado. Luego descubres que las verdaderas joyas no necesitan invertir en imagen y efectos especiales para que las compren, porque la calidad es lo que cuenta.

domingo, 2 de septiembre de 2012

James Gurney


James Gurney es uno de los pocos artistas contemporáneos en cuyas obras aún se perciben las reminiscencias de las viejas glorias y que suscita con su trabajo unas sensaciones estéticas muy similares a las del arte del siglo XIX. Este caballero estadounidense nacido en 1958 reviste con su técnica escenas y universos que nunca fueron, aplicando en ellos todos los mecanismo pictóricos que a menudo parecen estar reservados para plasmar la realidad.

EL PINTOR DE LAS COSAS QUE NO FUERON
Licenciado en arqueología y pintor principalmente autodidacta, James Gurney comenzó su carrera como ilustrador de portadas para libros de fantasía y ciencia ficción. Más tarde llegó la revista National Geographic, con varias reconstrucciones de civilizaciones antiguas y los míticos viajes de Jasón y Ulises.

A estas primeras recreaciones de lo no existente, le seguiría el grueso de su obra (de carácter mucho más imaginario). Aunque también ha trabajado con retratos a lapiz, acuarelas, paisajes, retratos y numerosas reproducciones al aire libre, estos trabajos parecen adoptar el cariz de estudios o ejercicios que más tarde incorporar a sus cuadros.

Entre los temás recurrentes de sus ilustraciones se encuentra la generación de escenarios, civilizaciones y criaturas inexistentes. Gran parte de su obra está condensada en la colección de libros ilustrados Dinotopia, compuesta actualmente por cuatro volúmenes. A lo largo de sus páginas Gurney relata las aventuras de Arthur y Will Denison tras sufrir un náufragio y llegar hasta las costas de la isla de Dinotopia: un lugar en el que la historia ha seguido un rumbo diferente y el ser humano convive con los dinosaurios.

Chandara
Twilight in Bonabba
Palace in the Clouds
Dinosaur Boulevard
Turnip Cart
Extraído de http://gurneyjourney.blogspot.com.es/
Steep Street

Desert Crossing

VIEJOS CLÁSICOS
Hasta aquí el artículo podría hacer referencia a cualquier ilustrador de fantasía/ciencia ficción de calidad. Sin embargo, James Gurney muestra también unas claras influencias de autores clásicos del siglo XIX en materia de técnica y estilo. Las similitudes no se encuentran solo en el neoclasicismo idealizado de algunas escenas y su composición, sino también en el tratamiento de la luz y el color en varios de sus cuadros (generalmente, los que más se alejan de la estética del cuento ilustrado). Nada más verlos, me recordaron de inmediato a las obras de Alma Tadema y Godward: esa iluminosidad es inconfundible, aunque tal vez en el caso de Gurney los colores sean algo más intensos.

Birthday Pageant
Sauropolis' Gate

Song in the Garden
Garden of Hope

Small Wonder (no consigo recordar a quién me recuerda este cuadro)
Dinosaur Parade
No andaba yo muy desencaminada en materia de luz y de color, ya que este caballero ha publicado un libro titulado Color and Light (Color y luz) en el que trata en profundidad estos aspectos. Sin embargo, no son los únicos mecanismos que emplea para dotar a sus creaciones de la ilusión de la realidad. Además de profundizar en ámbitos como la arquitectura, la arqueología, la anatomía, la botánica y la ingeniería, Gurney también emplea para sus creaciones antiguos recursos como maquetas, dioramas o modelos caracterizados. Supongo que cuando trabajas con cosas que no existen, tienes que extraer  los recursos de la realidad más física para que tus creaciones también parezcan sacadas de ella.

Extraído de http://gurneyjourney.blogspot.com.es/

Extraído de http://gurneyjourney.blogspot.com.es/

Extraído de http://gurneyjourney.blogspot.com.es/

Como puede verse en su blog, el trabajo de Gurney se apoya en un estudio constante de las diversas maneras de captar la realidad para luego aprovecharlas con aquello que "nunca fue" y hacerlo igualmente creíble. A esta corriente se le ha dado el nombre de Imaginative Realism (realismo imaginativo), que coincide con el título de otro libro escrito por este autor en el que se exponen las técnicas y recursos que ha descubierto a lo largo de los años.

Para concluir, solo decir que no es algo tan descabellado ni innovador como puede parecer. Cuando los artistas del siglo XIX recuperaban las leyendas artúricas, las obras teatrales de Shakespeare o reconstruían la antigüedad clásica, su labor no quedaba muy lejos de esto. Sin dinosaurios, eso sí. Dejo para el final un par de ilustraciones que no podían quedarse en el tintero, pero que tampoco sabía dónde meter. :S

No podía faltar Escher.

Steampunk, cada vez más presente en presentes alternativos.

P.D. Todas las imágenes han sido extraídas de la página web oficial de James Gurney (http://jamesgurney.com/site/) o de su blog (http://gurneyjourney.blogspot.com.es/).


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